La sencillez es la manera afortunada de dar respuesta a requerimientos complejos, y posee la capacidad de la readaptación. Buscamos la sencillez porque para nosotros es la manera de llegar a la belleza y a la utilidad, y también al rigor constructivo y a la economía. Siempre hemos trabajo por una arquitectura contextualizada.
Dentro de este planteamiento, la relación con el lugar, la integración en el entorno físico, es prácticamente la primera cuestión que abordamos, sin olvidar los aspectos simbólicos. La sencillez se logra solo tras un proceso de depuración formal, que es el correlato ineludible de un esfuerzo por la claridad del pensamiento. Para conseguirlo, hay que ser riguroso en el análisis, o al menos intentarlo.
Al enfrentarnos al proyecto, intentamos no limitarnos a un paradigma, a unas reglas predeterminadas, a un estilo impuesto a priori; procuramos siempre dar respuesta a las preguntas que surgen del propio proceso proyectual y formularlas de la manera más sincera que seamos capaces.
En este sentido, aspiramos a que cada proyecto tenga su propia lógica interna, que la solución emane dejando hablar al lugar y a los condicionantes específicos de cada encargo, que son las fuerzas que de verdad deben motivar la propuesta resultante. Enfocado así, el proyecto es una singladura al final de la cual debemos preguntarnos si hemos hecho lo correcto, si hemos conseguido llegar a puerto.